Sumario

La Visión de ...

Jesús M. Santos

Periodista y presidente de la Asociación Cultural AlmaHurdes

Honrar el cultivo y la cultura

"Si en todas partes los hombres son hijos de la tierra, en Las Hurdes la tierra es hija de los hombres”, explicó Unamuno. Esa comarca extremeña tiene un valor simbólico: desde hace muchos años se ha utilizado como metáfora del mundo rural español. Desde ese territorio surge esta reflexión, así como desde diversas iniciativas que se refieren en este artículo.

Reivindicar lo rural implica reivindicar la agricultura; es decir, el cultivo y la cultura, la tierra que alimenta y la manera de entender la vida desde el contacto directo y fértil del ser humano con la naturaleza. Un encuentro que invita, a veces, a la “descansada vida” que glosó Fray Luis y, otras, a la resistencia del ser humano frente a un espacio hostil, como sugirió Unamuno, para hacerlo cómplice de su recíproca supervivencia.

Cultivo y cultura son, en cualquier caso, palabras de una misma raíz que tendemos a entender por separado y, aún peor, como antagónicas. Dos términos que en el medio rural se asocian de manera indisoluble, aunque casi siempre inadvertida.

Lógica perversa

No bastan las ayudas o las inversiones. Los problemas no se resuelven solo con más carreteras, más fibra óptica, más centros de salud. Ni siquiera con planes coherentes adaptados al territorio y perspectivas de medio plazo o con un cambio de mentalidad que rehúya la mendicidad de las subvenciones. Menos aún con mero voluntarismo.

Tampoco mejora la situación responsabilizando a otros de cuantos males y desgracias aquejan al mundo rural. Nuestra sociedad ha impuesto una lógica perversa. Ha privilegiado otros espacios y, sobre todo, otros modelos ajenos a la naturaleza, al cultivo y la cultura, hasta hacer que el mundo rural sea víctima y causa a la vez de su propio decaimiento, y convertirlo en un problema general, casi universal.

Las Hurdes como ejemplo

Algunos años antes, en Las Hurdes se había planteado una reivindicación en forma de eslogan, Las Hurdes tienen alma, que poco después se transformó en un documental, Las Hurdes, tierra con alma en alusión al Tierra sin pan que Luis Buñuel convirtió en alegato y símbolo contra el abandono de la España campesina.

Luego llegaron, entre otros, Emilio Gancedo y sus Palabras mayores, Alejandro López Anglada y El tiempo derruido, Virginia Mendoza y Quién te cerrará los ojos, Emilio Barco y Donde viven los caracoles o María Sánchez y su Tierra de Mujeres… Todos ellos, a la búsqueda de lo más profundo de la España despoblada. Relatos de personas que remiten a la intimidad de una memoria imprescindible. A ella apelan también una exposición y un libro, Las Hurdes: tierra de mujeres, que recogen testimonios de mujeres de entre 70 y 100 años que vivieron en un espacio sin pan, pero con alma.

Fotografías: Piero Chiussi

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